Los pies pueden iniciar los problemas en el vientre de la madre, ya que en ese espacio pueden adoptar posturas incorrectas y nacer con ellas. En estos casos deben ser observados desde los primeros días de nuestra vida, para poder actuar inmediatamente de ser preciso.

En la primera etapa es aconsejable que el niño gatee llevando solo calcetines, el calzado se le aplicará tan solo cuando inicie los primeros pasos. No se debe forzar la deambulación, por lo que se desaconseja la utilización de andadores o la sujeción por los brazos.

Los niños aprenden a andar por ellos mismos aproximadamente entre los 9 y los 12 meses de vida. Éste es el momento de calzarlos con su primer calzado, que debe ser flexible, elástico y a su medida. Debe descartarse el abotinado y de suela rígida ya que su función es proteger el pie.

Si se observa alguna alteración biomecánica se deberá actuar rápidamente mediante un soporte (plantilla) o férula, porque si no los huesos, ligamentos, músculos, tendones y el resto de partes blandas se adaptarán a esa forma y, cuanto más tiempo pase, más tiempo deberá transcurrir para devolverle al pie su estabilidad, equilibrio y readaptación.

La huella plantar es el dato menos relevante en las revisiones infantiles, ya que un porcentaje muy elevado de niños tiene el pie aplanado debido a la grasa existente en la planta, que no se reabsorbe totalmente hasta los 3 años aproximadamente. Es por ello que la huella por si sola, no es un parámetro suficiente de valoración en las alteraciones de los pies, en cambio, si lo es su alineación con la pierna y la forma del tobillo.

Se debe analizar cada caso y aplicar la corrección que sea oportuna. La misión del soporte es equilibrar el pie para obtener un desarrollo armónico de todas sus estructuras, con ello, no solo se incide sobre el pie, pues si estos están equilibrados sus efectos repercutirán en rodillas, caderas y columna.